viernes, 9 de abril de 2010
El caballo chileno
Los orígenes del caballo chileno se remontan a 1542, cuando el conquistador, don Pedro de Valdivia, introdujo en su expedición desde el Virreinato del Perú los primeros 75 ejemplares provenientes del valle de Charcas.
Tres años después de la llegada de Valdivia, don Alonso de Monroy ingresó al país 70 ejemplares más, los que se incrementaron con otras 4 remesas venidas desde el Cuzco, Perú, y que al cabo de 7 años conformaron una masa cercana a los 500 caballos. Esta población fue reforzada y mejorada con la inclusión de 42 reproductores escogidos, de propiedad de García Hurtado de Mendoza, que en suma constituyen la base del caballo chileno de hoy.
La consolidación del caballo en territorio chileno se debe al establecimiento del primer criadero del país a cargo del padre Rodrigo González de Marmolejo, quien con sus propias yeguas seleccionadas establece su crianza en los sectores de Melipilla y Quillota.
El devenir del caballo en Chile continuó con la época de la Colonia (1610 -1818), cuando el país se dividía en dos grandes zonas: una zona de paz, eminentemente agrícola y ganadera, ubicada entre Copiapó y Bío Bío, y una zona de guerra, desde Bío Bío hacia el sur. Época, ésta, en que el auge del caballo fue enorme y que comenzó a decrecer cuando sobrevino la guerra de la Independencia y los ataques a las manadas de españoles y hacendados por parte de los patriotas.
El caballo pura sangre chileno comenzó a perfilarse hacia 1820, con tres tipos definidos por sus usos: el de paseo o de lujo, constituido por ejemplares de contextura gruesa y corpulenta; el de paso o viajero, que era un caballo de pechos algo más angostos, cruz baja y muy andador y; el de trote o marcha, utilizado para faenas agrícolas y por el ejército.
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